Relato autobiográfico de mi cuerpo

Mis primeros recuerdos sobre mi cuerpo son accidentes, heridas, cicatrices. Mi mamá, ya separada, buscando cómo llevarme a la posta. También discusiones, peleas, cambios de casa propios de un divorcio cuando tenía apenas un par de años. Eso igual marca el cuerpo. Después, vergüenzas que me siguen hasta ahora, como el disfraz de pececito verde que no quise ponerme, pero que ahora encuentro bellísimo: formas de expresarme que fueron reprimidas, y luego quizás resurjeron.

Más tarde, secretos que guardo hasta hoy, que siento que en parte fueron premonitorios: situaciones que ahora reconozco que eran sobre roles de género, sexualidad y sobre mi propia identidad, pero que en ese entonces parecían confusiones que –por alguna razón– sabía que estaban mal. Mis primeras experiencias sexuales fueron todas homoeróticas, rápidamente sancionadas o reprimidas. Fueron varios los momentos donde la identidad estuvo en duda. Recuerdo vívidamente estar en el patio jugando, montado en un autito de plástico, y preguntarle a mi abuelita si es que yo podía ser una niña. Claramente me respondió que imposible, y lo más probable es que haya rezado semanas por mi masculinidad. También recuerdo a mi mamá hacer excusas sobre mis gustos, particularmente a ella diciendo “es que es… sensible” a una cajera del supermercado.

Fue una infancia linda, rodeada de mujeres. Mi abuela me crió, fue como mi madre; mi mamá trabajaba demasiado para sostenernos, siempre ha sido como un sol de atardecer. Luego mi querida tía-abuela, de forma remunerada. Mi abuelo, por su parte, era un proveedor. Entre harina de pescado, planos y sindicatos de papeleras, proveyó de recursos a mi abuela y sus 5 hijos/as, pero nunca supo ni hacer tallarines. Aún sufre de un acto reflejo que consiste en reprimir las lágrimas propias y las de los demás. Mi abuelo, ese que me hacía mirar las modelos de un comercial en una revista, y me hacía elegir mi favorita, yo sin entender mucho.

¿Cómo se forja el cuerpo? Probablemente mediante la experiencia, la presión, la comparación, la vergüenza. Todo eso lo viví en el colegio, la adolescencia. Siempre tuve mejores amigas, siempre me molestaron por ser diferente. Rápidamente se me hizo saber que era hombre, o más bien, que debería serlo. Estar en el vórtice de la masculinidad, centro del mundo, conlleva un bagaje implícito enorme. Este cuerpo tiene algo que le hizo ser conferido poder. Un poder que, aunque se elija no ejercer, de todos modos es reconocido como tal por los demás. El sistema sexo-género produjo género a partir de esta carne.

No fue una adolescencia traumática ni mucho menos. El trauma vino después. Cual postulado psicoanalítico, las consecuencias de negarse al falo fueron una especie de castración… “Maricón”, porque el hombre que no es macho es un otro, otra posición por dominar. “Hombre con vagina”, porque la masculinidad es entendida como biológica, fluye en la sangre propia, el semen, y la sangre derramada; tiene órganos y formas que le inyectan virilidad, y negarse a ella claramente indica una falencia fisiológica. “Eunuco”, por lo mismo, porque un hombre que no es macho vale lo mismo que un hombre sin genitales, es un hombre que se castró a sí mismo y que, en consecuencia, es re-castrado sin cesar por sus ex-pares. “Sólo quiere ponerla”, como si la única razón para problematizar la propia posición en la estructura de género sea obtener algo a cambio. “Escombro”, porque significa ser lo más bajo, una sobra, basura, una ruina de la masculinidad: algo que ya fue destruido, y que debe ser desechado. “Traidor de género”, –mi favorito– porque reconocen que existe un pacto patriarcal implícito entre hombres que les beneficia, una “conciencia de género” donde los hombres reproducen su dominación y son cómplices de sus actos con la finalidad de defender sus intereses. Saben que un traidor pone en riesgo ese pacto. Todas esas fueron heridas que terminaron cicatrizando distinto.

Paralelamente, un proceso diferente. Caótico. La experiencia de sentir alienación respecto de mi propio cuerpo: disforia. No pertenecer a ninguna parte. Un cuerpo que no es mío y que me ataca desde el espejo. Fue como cuando éramos chicos y una ola te botaba en la playa, y sentías el agua pasar sobre ti mientras girabas por segundos eternos. Heridas abiertas y cicatrizando. Millones de marcas sexuales secundarias en mi piel, que resurgen, como los pelos de un insecto. Estructura ósea, genitales, texturas, culpas, deseos e ideas incorrectas y por corregir. Odio a lo que soy, que lleva a desear cambiarlo todo, por sentir que este cuerpo no soy yo. Sentirme como la misma burla que me dijeron que era. Un fraude. Pero también, pequeños momentos de júbilo: el reconstruirme, el descubrirme, genera una felicidad que a veces raya en lo absurdo. Si llego a dudar de lo que soy, o si realmente me siento un fraude, recuerdo que esos momentos de euforia no pueden sino ser reales. Por eso es que, entre dudas y reafirmaciones, esta es una biografía inconclusa, porque aún sigue en transición.


Relato escrito para la clase de la profesora Kemy Oyarzún, bajo la temática de la autografía del propio cuerpo, en el marco del diplomado en Estética, Feminismo y Crítica de la Universidad Católica. Junio, 2021.

Ira

Siento una rabia que es conmigo
Con lo que soy, lo que me tocó ser,
lo que fui
Y con la incertidumbre de si un día seré

A riesgo de sonar autoflagelante,
Mi ira la he vuelto interna
Porque sé lo que encarno
Porque hay cosas que me acercan más a ellos
Seres de furia, egos, poder, violencia
Porque creo haber aprendido lo que ellos pretenden y desean
Hay todo un trabajo por hacer

¿Hay emociones de hombre o de mujer?
Absurdo. Pero algo de sentido tiene
Hay expresiones patriarcales de la emoción; o bien, que pueden interpretarse como tales
Con una amiga bromeábamos expresando todas nuestras emociones como ira, en parodia a los hombres, o quizás a nuestro lado masculino

No es que crea que la ira sea mala, o del todo masculina;
me enseñaron que la ira tiene sus lugares
Pero quizás no entiendo
Supe que la ira que siento debo dirigirla hacia un sistema
y sus constructos
¿Pero cómo hacerlo si en el espejo sigo viendo a ese sistema en mi? Veo a mi enemigo
Así que en cada palabra y en cada paso
me vuelvo una duda
Espero que esta ira me libre.
Audre Lorde: La ira es el dolor motivado por las distorsiones que nos afectan a todas, y su objetivo es el cambio.


Poema escrito para la clase de la profesora Kemy Oyarzún, bajo la temática de la ira, en el marco del diplomado en Estética, Feminismo y Crítica de la Universidad Católica. Mayo, 2021.

Resumen: R. W. Connell – Masculinidades (capítulo 2, organización social de la masculinidad)

Resumen del capítulo 2 del libro Masculinidades, de R. W. Connell, que plantea un marco general para entender el concepto de masculinidad, su relación con el género y el cuerpo, y algunos elementos que componen la masculinidad.

R. W. Connell. (1995). Masculinities. Polity Press

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Resumen: R. W. Connell – Masculinidades (capítulo 1, la ciencia de la masculinidad)

Resumen del capítulo 1 del libro Masculinidades, de R. W. Connell, que habla sobre la forma en que se ha estudiado la masculinidad en distintas disciplinas como la psicología, antropología, historia y sociología. Útil para indagar en los orígenes del concepto de masculinidad, y sus primeros referentes.

R. W. Connell. (1995). Masculinities. Polity Press

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Autocrítica cultural: la asunción de una identidad

Ensayo publicado en Revista Origami, originalmente ensayo final para el curso de Crítica Cultural de la profesora Patricia Espinoza, en el marco del diplomado en Estética, Feminismo y Crítica de la Facultad de Estética de la Universidad Católica, evaluado con nota máxima. Muchas gracias a Gabriela Alburquenque por la edición y por gestionar la publicación en Revista Origami.


La crítica cultural, siguiendo a Nelly Richard (2009), se trata de una reflexión acerca de lo social, que además integra los elementos simbólicos de la retórica y la narrativa. Mediante el examen de los regímenes de producción y de representación de los signos, la crítica cultural procura develar la complicidad existente entre el discurso, la ideología, la representación y la interpretación (Richard, 2009, p. 79). 

El estudio de un diplomado, aún más cuando se titula «Feminismo, estética y crítica», evidentemente corresponde a una situación donde prolifera la producción y representación de signos; no solamente por corresponder con un campo académico del conocimiento y el estudio de lo social, sino por las interacciones y afectos que circulan dentro y fuera de los espacios virtuales de aprendizaje. También se trata de un espacio donde se experimenta la cultura en múltiples aspectos: cultura en tanto el consumo y producción de piezas artísticas, literarias o intelectuales, cultura como proceso de interiorización en cierta escena o campo social, y cultura en tanto filiación entre individuos que reconocen o desarrollan experiencias, intereses y estilos de vida en común. 

Usualmente, las temáticas de las clases rondaron en torno a la teoría y la experiencia fe minista, principalmente en relación a la esfera del arte y la cultura, en un vaivén entre conceptos y el reconocimiento de éstos en la vida cotidiana de las alumnas. Dicho vaivén se explicitaba en los últimos minutos de las clases, los cuales solían volverse una catarsis de experiencias usuales entre mujeres, problematizadas a la luz del aprendizaje semanal. Esta dinámica entre conocimiento y experiencia, saber formal e informal, usualmente posibilitó la participación de todas las alumnas, tanto desde su bagaje teórico y práctico, como desde las más universales experiencias de opresión común y activismo que comparten aquellas que han vivido vidas dispares pero bajo un mismo manto patriarcal. De aproximadamente treinta alumnas, todas presumiblemente se identificaron como mujeres. Bueno… casi todas. 

Clase a clase, noté que cada interpelación entre compañeras y hacia las docentes abría sendas políticas. Cada palabra suscitaba mayores cuestionamientos: ¿quiénes son las sujetas del feminismo?, ¿son las alumnas un grupo homogéneo?, ¿son mujeres, acaso, las alumnas?, ¿quiénes son las mujeres?, ¿es necesario entrar en detalle al enunciar dicha palabra?, ¿a qué categorías sociales e identitarias se refiere cada una al hablar de “las mujeres”?, ¿qué categorías son omitidas?, ¿por qué se omiten, y por qué se destacan otras?, ¿qué pronombres se usan para hablar del colectivo? Me refiero a estas preguntas como si yo hubiera estado fuera de dicho grupo. Lo cierto es que estuve y no estuve a la vez. 

Las sendas políticas eran tantas que quedaban constantemente abiertas, como ramas esperando florecer en otros momentos de conversación. El aprendizaje era continuo, así como los lazos estrechados. Generalmente nos encontramos con más preguntas que respuestas. 

Pero con el pasar de las clases, los conocimientos se sincronizaban, y se desarrollaba la capacidad de identificar la complicidad entre el discurso y la ideología, mencionada por Nelly Richard, en infinitas facetas de la cultura y la sociedad. Más, en un registro quizás subrepticio, vagaban las complejidades de la representación y la interpretación. Representación: quiénes fuimos nosotras –el grupo tan ameno que se armó entre abril y diciembre– y cómo una amalgama de diferencias constituyeron colectividad. Interpretación: minucias que posibilitaron aprehender los cuadritos y voces metálicas que estaban detrás de la pantalla como sujetas complejas, parte o no de colectivos, grupos sociales, identidades y vertientes del feminismo sutilmente distintas. Interpretación… Treinta alumnas, excepto una. 

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Entrevista – Gordofobia, sus razones, sus prejuicios, y su superación

Este texto corresponde a una entrevista hacia mi, realizada por Ling-Mehig Lau Vega, diseñadora, para su memoria de grado en Diseño.

¿Por qué los cuerpos gordos se han visto discriminados por la sociedad?

La discriminación social de los cuerpos gordos corresponde a un fenómeno altamente complejo, donde coinciden las múltiples aristas de distintos sistemas de discriminación en torno a un tipo de corporalidad socialmente menoscabado. Esta discriminación se expresa principalmente en dos dimensiones: la apariencia, o la belleza/fealdad de los cuerpos, y la salud, en el sentido de la evaluación visual del estado de los cuerpos bajo parámetros biomédicos. Pero, si bien podemos aislar dos dimensiones, el mecanismo mediante los cuales esto ocurre podría resumirse como el producto de las operaciones conscientes e inconscientes que realizan las personas, en base a sus intereses y a sus conocimientos internalizados, al enfrentarse a cuerpos no hegemónicos, o en nuestro caso, cuerpos gordos.

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Resumen: Sandra Lee Bartky – Feminidad, poder y disciplina

Mapa conceptual de las ideas principales del capítulo Foucault, Femininity and the Modernization of Patriarchal Power, del libro Femininity and Domination de Sandra Lee Bartky.

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Bartky, Sandra Lee. (1990). Femininity and Domination. Studies in the Phenomenology of Oppression. (Thinking Gender). New York: Routledge.


Apuntes y ensayos sobre estudios de género, sociología del cuerpo y teoría feminista por Bastián Olea Herrera, sociólogo, data scientist y magíster en sociología (Pontificia Universidad Católica de Chile).

Resumen: Sandra Lee Bartky – Opresión y alienación en la feminidad

Mapa conceptual de las ideas principales de los capítulos On Psychological Oppression y Narcissism, Femininity, and Alienation, del libro Femininity and Domination de Sandra Lee Bartky.

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Apuntes y ensayos sobre estudios de género, sociología del cuerpo y teoría feminista por Bastián Olea Herrera, sociólogo, data scientist y magíster en sociología (Pontificia Universidad Católica de Chile).

Resumen: Sandra Lee Bartky – Fenomenología de la conciencia femenina

Mapa conceptual de las ideas principales del capítulo Towards a Phenomenology of Feminist Consciousness, del libro Femininity and Domination de Sandra Lee Bartky.

Bartky, Sandra Lee. (1990). Femininity and Domination. Studies in the Phenomenology of Oppression. (Thinking Gender). New York: Routledge.

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Apuntes y ensayos sobre estudios de género, sociología del cuerpo y teoría feminista por Bastián Olea Herrera, sociólogo, data scientist y magíster en sociología (Pontificia Universidad Católica de Chile).

Apuntes: Rosi Braidotti – Las teorías de género o “El lenguaje es un virus”

(en Sujetos nómades. Corporización y diferencia sexual en la teoría feminista contemporánea, 2000, Paidós)

Historia del concepto de género

El concepto de “género” no fue originariamente feminista; tuvo una identidad previa, derivada de la investigación en biología, lingúística y psicología. Esta historia multiestratificada le quita credibilidad como concepto, y las posteriores apropiaciones y adaptaciones que hicieron las feministas del término “género” le agregaron mayor complejidad. 212

La adopción del término “género”, como una noción dominante, por parte de las feministas, se dio por intermediación de Simone de Beauvoir. Su estudio de la estructura filosófica y material de la “alteridad”, la “condición de otro”, como una categoría fundamental de la experiencia humana, la llevó a afirmar la naturaleza, construida, en lugar de biológicamente determinada, de la identidad. “ 212-213

Simone De Beauvoir devela la función que tiene la otrorización de la mujer en la sociedad patriarcal:

De Beauvoir muestra tanto la medida de la depreciación de las mujeres, como la ubicuidad de la figura de la mujer en la vida intelectual y psíquica. De ahí que ponga el acento en la función crucial que cumplen las mujeres como el sitio o la localización de la alteridad: sólo mediante la negación de este “otro” privilegiado, el sujeto masculino puede construirse como el modelo universal de normalidad y normatividad. 213

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