1. El sentir negativo contra la población inmigrante suele ser defendido por argumentos acerca de la amenaza a la economía, identidad nacional, y el orden social que representan (Legewie, 2013, p. 1201). Esta negatividad aumenta cuando el tamaño del grupo extranjero aumenta, y cuando las circunstancias económicas empeoran (Quillian, 1995, p. 589). En otras palabras, el grupo de los nacionales percibe una amenaza proveniente del grupo inmigrante según información contextual que refiere no al posible peligro individual, sino a la percepción de que su grupo puede ser amenazado (Ibíd., p. 592). Esta situación de identificación de un otro potencialmente peligroso para la estabilidad del “nosotros” influencia la creación de una lógica de ellos/nosotros, es decir, una lógica oposicional basada en la fuerza de la idea de nación.
Como plantea Anderson (1981, citado en Quillian, 1995, p. 592), la nación en tanto comunidad imaginada representa una identidad social de tipo primario, respecto de la cual la población nacional es socializada desde temprana edad mediante la educación formal y el sinnúmero de instituciones patrióticas/castrenses/chauvinistas particulares a cada país. Esta comunidad imaginada implica un sistema simbólico que articula imágenes históricas y fantásticas para posibilitar la existencia de un marco común que trasciende las clases sociales; un relato común para su población desarrollado a partir de la capacidad unificadora del Estado en los aspectos culturales, políticos, y económicos; y por consiguiente, también un relato acerca de lo extranjero o foráneo. En tanto los sujetos tienden a identificarse según sus pertenencias a grupos sociales (Weldon, 2006, p. 332), se subentiende que esta pertenencia implica la exclusión respecto de otros grupos. Así, la identidad nacional siempre es contrapuesta a un otro, ya sea correspondiente a imágenes generalizadas de las poblaciones de otros continentes, de naciones vecinas, o de enemigos próximos.
En base a esta identificación de corte nacional, los comportamientos de discriminación pueden ser entendidos como una forma de distinción grupal positiva (Ibíd., p. 333); es decir, una forma de afirmación basada en la inferiorización de otros, que otorga una connotación social positiva al grupo al cual se pertenece.
2. Los eventos de ataques terroristas, o situaciones de desorden protagonizadas por minorías, pueden influenciar las percepciones que tienen las poblaciones nacionales acerca de los inmigrantes y otras comunidades minoritarias o étnicas (Legewie, 2013, p. 1205), aún cuando ocurran en otros países. Estas percepciones se ven influenciadas no sólo de forma simbólica, sino mediante la puesta en foco de problemáticas internas, generando temor acerca de conflicto inter-grupal (Ídem), o en otras palabras, dotando a la imagen del grupo-otro allegado en la nación de contenidos negativos provenientes del acontecer internacional. Este proceso se radicaliza aún más cuando se toma en consideración la particularidad visual que suele acompañar a las minorías inmigrantes, raciales o étnicas: la marca corporal de su condición de otro, que destaca a las y los inmigrantes de orígenes no europeos (Ídem), y por consiguiente, marcando a los de origen latinoamericano, africano o afrodescendiente, u otras poblaciones empobrecidas –que cuentan también con marcas corporales que les identifican, tales como la estatura y el peso, el dialecto que usen, su vestimenta, etc.–; es decir, grupos sociales históricamente oprimidos.
El efecto de estos eventos es más fuerte en las regiones que han experimentado aumentos en el desempleo (Legewie, 2013, p.1224), y en contextos donde el grupo minoritario en cuestión ha tenido un aumento de tamaño considerable (Quillian, 1995, p. 591). Los individuos que han internalizado más fuertemente los prejuicios indicados en el punto anterior son quienes aumentan en mayor medida sus disposiciones negativas ante los grupos minoritarios implicados en los eventos (Legewie, 2013, p.1226). Asimismo, la respuesta al evento es más grave en regiones con peor situación económica L1207, y afecta con mayor intensidad a poblaciones de clase trabajadora-manual, de cohortes etarios más viejos, con menor educación, de género masculino, y del cuartil inferior de ingresos (Quillian, 1995, pp. 594, 587). Por otro lado, las poblaciones posmaterialistas y de la izquierda política tienden a ser más tolerantes (Weldon, 2006, p. 339).
Esto puede entenderse debido a que las características de estos grupos sociales tienden a referir a colectividades que viven situaciones de inseguridad, y que por ende ven afectadas su bienestar por la incursión de poblaciones minoritarias; o bien por tratarse de grupos con valores más conservadores, que rechazan el potencial cambio que puede implicar dicha alteración en sus comunidades. Esto puede demostrarse en el hecho de que los sujetos con estereotipos y prejuicios internalizados ven reducido el efecto de los eventos mencionados al mantener interacción directa con inmigrantes (Legewie, 2013, pp. 1226, 1206); o en otras palabras, el contacto con inmigrantes y minorías por el contacto persona; es decir, mediante el aprendizaje directo con estos grupos, en tanto dicha interacción es opera actualizando las imágenes prejuiciosas internalizadas en los sujetos, y por ende rompiendo con el proceso de otrorización acontecido mediante la adscripción de la identidad nacional.
3. Como concluye Weldon (2006), la identificación cercana con la identidad nacional disminuye la tolerancia respecto de las minorías (p. 344). A su vez, prejuicio –según la definición de Quillian (1995, p. 587)– refiere a la expresión de creencias estereotipadas resultantes de distorsiones atributivas; las cuales, como hemos planteado, podrían surgir por el origen oposicional que tiene la identidad nacional de plantear la posición social de un grupo en relación a otros (Ibíd., p. 588). Las identidades grupales cerradas (como las nacionales) producen identidades negativas hacia los externos al grupo, incentivando temor, antipatía, e intolerancia contra los demás (Gibson y Gouws, 2000, citado en Weldon, 2006, p. 333). Podría concluirse, entonces, que las identidades de corte nacional incentivan un cierre grupal que excluye a los otros de la nación, definidos histórica y culturalmente, promoviendo de esta manera prejuicios y actitudes intolerantes que son más exacerbadas en grupos sociales vulnerables o disprivilegiados, en la medida en que éstos se ven mayormente amenazados por los cambios sociales que la inclusión de grupos distintos implica, influenciadas por las imágenes y generalizaciones respecto de estos grupos que, en la actualidad, son tan fuertemente divulgadas por los medios comunicacionales y grupos políticos conservadores.
Referencias:
- Legewie, J. (2013). Terrorist Events and Attitudes toward Immigrants: A Natural Experiment 1. American Journal of Sociology, 118(5), 1199-1245.
- Quillian, L. (1995). Prejudice as a response to perceived group threat: Population composition and anti-immigrant and racial prejudice in Europe. American Sociological Review, 586-611.
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Weldon, S. A. (2006). The institutional context of tolerance for ethnic minorities: A comparative, multilevel analysis of Western Europe. American Journal of Political Science, 50(2), 331-349.