Apuntes: Giorgio Agamben – Gusto

Fuente: Agamben, G. 2015. Gusto. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.

La palabra griega para sabio (sophós) proviene etimológicamente a la familia de gustar (sapio), degustador y perceptible al gusto.

Entre los siglos XVII y XVIII empieza a surgir el gusto, la facultad específica “a la que se le confían el juicio y el goce de la belleza”, bajo el término gusto, “opuesto metafóricamente como un sentido figurado a la acepción propia” (8)

Kant: El enigma del gusto ya sé en la interferencia entre saber y placer:

Si bien estos juicios no contribuyen en nada al conocimiento de las cosas, pertenecen sin embargo únicamente a la facultad de conocer y revelan una relación inmediata de esta facultad con el sentimiento del placer. Esta relación es precisamente lo que hay de enigmático en la facultad del juicio. 9

Gusto como otro saber: “un saber que no puede dar razón en su conocer, pero goza de él” (9)

Montesquieu: “la aplicación pronta y exquisita de reglas que ni siquiera se conocen” (9)

“La estética moderna (…) ha sido un intento de investigar la especialidad de este ‘otro saber’ y de fundar su autonomía junto al conocimiento intelectual” (9)

Conocimiento intelectual: conocimiento sensitivo y conocimiento lógico; Dos formas autónomas dentro de un proceso gnoseológico, |dejando fuera a la doctrina del placer, la ética (10).

¿(…) es posible una reconciliación de la fractura que pretende que la ciencia conoce la verdad pero no goza de ella y que el gusto goza de la belleza sin poder dar razón de ella? 10

(…) el pensamiento no puede poseer integralmente su propio objeto, debe volverse amor a la sabiduría, es decir filosofía (philo-sophía) 11

(…) gusto como lugar privilegiado en el cual sale a la luz la fractura del objeto del conocimiento en verdad y belleza, y del telos ético del hombre, en conocimiento y placer, que caracteriza de modo esencial la metafísica occidental. 10

Verdad y belleza

Platón, Fedro:

Porque es la vista el más agudo de los sentidos que a nuestro cuerpo se le permite; ella, empero, no vea el pensamiento. ¡Qué terribles amores nos procuraría si el pensamiento pudiese asegurarnos una imagen (eídolon) tan clara de sí para contemplar! 12

La vista no ve al pensamiento; el pensamiento no tiene imagen. Lo visible, y por ende lo bello, que es lo más aparente, se excluye del ámbito de las ciencias (16).

Justa opinión (orthé dóxa) como intermedio entre el entendimiento y la ignorancia (14). Filosofía como intermedio entre la ciencia y la ignorancia, entre un tener y un no-tener (18)

El significado del término idea (con su implícita remisión etimológica a una e-videncia, a un ideîn (ver) está contenido por entero en el juego entre la verdad y la belleza (…) Cada vez que se cree poder estrechar en la episteme la consistencia de la verdad, esta remite al vocabulario de la visión, a un ver y a un aparecer. 17-18

Lo bello es lo más aparente pero la ciencia es ciencia de lo invisible.

Un saber que goza y un placer que conoce

Una de las apariciones más tempranas de la metáfora gustativa con significado de una forma particular de conocimiento inmediato se encuentra en el libro XVI de Theologia (1613-1624) de Tommaso Campanella (21):

no es discurriendo que el hombre espiritual se da cuenta si un demonio o un ángel (…) lo persuade de algo; sino con una suerte de tacto y le gusto y de advertimiento intuitivo (…) como con la lengua de repente advertimos el sabor del vino y del pan. 22

Las primeras definiciones del gusto como juicio sobre lo bello plantean que se opone tanto a la sensación como a la ciencia, es al mismo tiempo placer y saber, y es una forma de conocimiento distinta (22)

Leibniz: “El gusto, a diferencia de la inteligencia, consiste en las percepciones confusas de las cuales no se podría dar suficiente razón. Se trata de algo similar al instinto” (24) Los pintores y los artistas no pueden dar cuenta de su juicio si no remiten a un no sé qué (24).

Montesquieu: “el gusto natural (…) es la aplicación pronta y exquisita de reglas que ni siquiera se conocen”.

Un sentido así, faltante (o supernumerario), es el gusto, que no puede ser descrito a no ser por medio de metáforas; auténtico sentido antimetafísico, que permite aquello que, por definición, es imposible: el conocimiento de la apariencia sensible (de lo bello en cuanto eso que es lo más aparente) como verdadera, y la percepción de la verdad, apariencia y placer. 26

Lo bello como objeto del gusto se asemeja al objeto de la sorpresa (asombro o estupefacción cuando vemos un objeto nuevo, muy distinto, o inesperado; sensación que no tiene opuesto, ya que lo contrario de sorprenderse es no sentir nada), que Descartes define como encanto invisible, objeto vacío, “un puro significante que ningún significado ha todavía completado” (29)

Diderot: lo bello como “todo lo que contiene en sí mismo el poder sucitar en mi mente la idea de relaciones” (29). Lo bello como significante excedente, y el justo como sentido de la significación (31).

La reflexión más radical del siglo XVIII sobre lo bello y el gusto remite a un “saber, del cual no puede darse razón porque se sustenta en un puro significante”, y a un “placer que permite juzgar, porque se sustenta no en una realidad sustancial, sino en eso que en el objeto es pura significación” (32)

El conocimiento excedente

Kant: placer estético como exceso de representación sobre el conocimiento (33).

Cuando el placer se halla ligado a la simple aprehensión de la forma de un objeto de la intuición, sin referencia de la aprehensión a un concepto en vista de un conocimiento determinado, la representación no refiere el objeto, sino únicamente al sujeto; y el placer no puede expresar más que la conformidad del objeto con las facultades cognoscitivas que están en juego en el juicio reflexivo, y en cuanto lo están, y por lo tanto sólo una finalidad subjetiva formal del objeto (…) se juzga pues la forma del objeto (…) en la simple reflexión sobre ella como el fundamento de un placer por la representación de un objeto tal; y este placer está también conectado necesariamente con esa representación, y por lo tanto no sólo para el sujeto que aprehende esta forma, sino en general para todo sujeto que juzgue. El objeto entonces se llama bello, y la facultad de juzgar mediante tal placer se llama gusto. (Kant) 33-34

“Lo bello es un excedente de la representación por sobre el conocimiento (…) es precisamente este excedente lo que se presenta como placer” 34

“El gusto es un excedente de saber, que no conoce, pero se presenta como placer, y un excedente del placer que no goza, pero se presenta como saber” 35

Tesis: el juicio de gusto no se funda en conceptos pues, de lo contrario, no podría ser objeto de disputas.

Antítesis: el juicio de gusto se funda en conceptos pues, de lo contrario, ni siquiera podría ser discutido, cualquiera que fuese la diversidad de los juicios (no podría pretender ser la necesaria aprobación de los demás). (36)

Kant admite que las fuentes del juicio del gusto permanecen desconocidas. El juicio queda en cada quien, de manera singular, inmediatamente concomitante a la intuición. Los conceptos en que se basan no pueden conocerse y probarse en relación con el objeto. “Tal vez, el principio determinante del juicio reside en el concepto de lo que puede ser considerado como el sustrato suprasensible de la humanidad” (Kant)

Definiciones de Kant:

Estética: “representación inexponible de la imaginación (en su libre juego)”

Lo bello: “símbolo de la moralidad”

Juicio de gusto: “algo que está en el sujeto mismo y fuera de él, algo que no es la naturaleza de la libertad, aunque está unido con el principio de esta última, es decir, con lo suprasensible, en el cual la facultad teórica y la facultad práctica se unen en una manera común a todos, pero desconocida” 38-39

Estética: ciencia del conocimiento sensitivo. 39

Kant: no existe la ciencia de lo bello:

No existe una ciencia de lo bello, sino sólo una crítica de este; tampoco bellas ciencias, sino sólo bellas artes. De hecho, si existiera una ciencia de lo bello, en ella debería decidirse científicamente, esto es, con argumentos, si una cosa debe ser considerada bella o no; así el juicio sobre la belleza, al pertenecer a la ciencia, no sería en modo alguno un juicio del gusto. En lo que concierne a las bellas ciencias, es un sinsentido una ciencia que, en cuanto tal, deba ser bella. Porque si le pidiéramos, en su condición de ciencia, una respuesta con principios y demostraciones, nos la daría con sentencias de buen gusto. 39

Más allá del sujeto del saber

pp. 40-41

  • Saber que el sujeto propiamente no sabe
  • Saber del cual no se puede dar razón
  • La falta o el exceso definen de modo esencial el estatus de la ciencia (saber qué se sabe, del cual se puede dar razón y que puede ser aprendido y transmitido) y del placer (tener sobre el cual no puede fundarse un saber)
  • Decisión metafísica entre sensible e inteligible
  • Saber que se presenta como el conocimiento más pleno en el instante mismo en el cual se subraya su imposibilidad
  • Belleza es el objeto y fundamento de un saber que el sujeto no sabe
  • La belleza se da a la vista, es la cosa más aparente, pero sobre ella no es posible ciencia, sino sólo amor; por lo tanto, y siguiendo a platón, sólo puede existir un deseo de saber (philo-sophía)

A partir del siglo XVII, la ciencia moderna amplía su propio territorio a expensas de las ciencias adivinatorias, que son excluidas del conocimiento. El sujeto de la ciencia se plantea como único sujeto del conocimiento, negando la posibilidad de un saber sin sujeto. 48

En el mundo antiguo hay dos especies de saber: el saber que se sabe (las ciencias en el sentido moderno), y el saber que no se sabe (las ciencias adivinatorias). Siguiendo a Benveniste, éstas corresponden a la distinción entre semiótico y semántico, la doble significación inherente al lenguaje humano. En el saber semántico hay un sujeto del cual se puede dar razón, y en el saber semiótico no hay sujeto y sólo se puede reconocer. 48

El debate en torno al no sé qué y al gusto en el siglo XVII y la consolidación de la estética durante el siglo XIX demuestran que “la ciencia no puede colmar ni reducir el significante excedente” (49). También la filología en el siglo XIX derivan un tipo de ciencia de clase adivinatorias, en tanto a la pregunta sobre el quién sabe en la interpretación del texto no tiene respuesta clara (49).

Estética: saber del significante excedente (lo bello) 49

Gusto: saber que no sabe, placer que no goza, pero que juzga y mide. 50

Economía política: el valor de cambio también como aquel objeto que no puede ser gozado ni aprehendido, placer que no se tiene/goza. 50

Dinero (Simmel): pura relación sin contenido. 50

Dinero, forma-valor, mana: valor simbólico cero, puro significante. 50

Mallarmé: la estética y la economía política son las dos únicas vías abiertas a la investigación mental: homo aesteticus y homo oeconomicus. 51

Lacan: “El análisis ha venido a anunciar que hay un saber que no se sabe, un saber que se sustenta en el significante como tal (…) El inconsciente es el testimonio de un saber en cuanto huye al ser hablante” 52

La estética define como su territorio propio al conocimiento sensitivo confuso. 52

Al reconocer el inconciente como lugar de la economía del placer, el psicoanálisis se sitúa en el límite entre la estética y la economía política, entre el saber que no se sabe y el placer que no se goza, y tiende a conjugarlos en un proyecto unitario. 52

Superando la consolidación sin precedentes de la ciencia de la naturaleza, y en reemplazo del espacio vacío dejado por la exclusión de las ciencias adivinatorias, el surgimiento de nuevas ciencias de los semiótico toman como objeto al saber que no se sabe y el placer que no se goza.

El área del significante excedente no sólo no se reduce, sino que, en un cierto sentido, se amplia, como si en cuanto más avanzara las ciencia en su intento de “salvar las apariencias”, tanto mayor fuera el resto de significante excedente (la cantidad de saber que no se sabe) que debe ser tomado a su cargo por las ciencias adivinatorias. Ciencias de lo semiótico y ciencias de lo semántico, adivinación y ciencia aparecen así estrechamente ligadas en una relación de complementariedad, en la cual unas garantizan la posibilidad del funcionamiento de las otras” (53)

La belleza debe salvar a la verdad y la verdad debe salvar a la belleza. En esta doble salvación se realiza el conocimiento. 57

Lo que no se puede saber (el gusto, lo bello) requiere de lo que no se puede gozar (el pensamiento que no tiene imagen), y viceversa.