La belleza es una forma de capital que se expresa a través de nuestros cuerpos, específicamente mediante la silueta o figura corporal, y la apariencia en términos generales. Si entendemos como capital a cualquier recurso esencial para obtener beneficios en un cierto campo, y cuya posesión a su vez puede definir nuestra posición en dicho campo, entonces el capital corporal; es decir, el capital asociado al atractivo de nuestros cuerpos, es el valor que la sociedad le atribuye a las apariencias. Como sociedad, asignamos significados positivos a determinados atributos estéticos y corporales, en consecuencia abriendo ciertas oportunidades (o privilegios) a los cuerpos que expresen determinado nivel de belleza, pero simultáneamente cerrando estas oportunidades a los cuerpos que no cumplan determinados criterios estéticos. Este proceso social de valorización del cuerpo, que posibilita que la apariencia sea interpretada como un recurso, ocurre en las interacciones sociales cotidianas, como cuando juzgamos a las personas por su apariencia, cuando percibimos que una persona pertenece a un determinado grupo social por cómo se ve o se viste, o cuando somos prejuiciosos por razones estéticas. Es en la interacción entre nuestras miradas y las prenociones sobre los significados de los cuerpos que socialmente reproducimos esquemas de valorización corporal.
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